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Opinión
10/10/2011
Una vacuna social por la salud mental
Hoy se celebra el Día Mundial de la Salud Mental y lo obligado es dar las gracias a todas las personas trabajan y viven en este ámbito, especialmente a los familiares, que son quienes más luchan para la plena integración y consideración como personas de mujeres y hombres a quienes la sociedad coloca muchas veces barreras y etiquetas injustificadas
Diario de Noticias de Álava
La primera vez que tuve contacto con familiares de una asociación de salud mental me transmitieron un sentimiento de lucha y de dignidad tremendo. Contaban cómo la enfermedad había aparecido en sus vidas sin llamar, cómo sin previo aviso alguien con quien compartían su vida se convertía en un desconocido, una persona cargada con una gran mochila que la sociedad no le dejaba vaciar. Esa gran mochila de la culpabilidad, de la incomprensión, de la exclusión que tanto pesa y a la que condenamos a tantas personas.
Más que nunca en este tiempo las prisas, el individualismo y la falta de relaciones sociales van rompiendo todas las bases de apoyo en aspectos tan básicos como el manejo de las emociones y la conducta. De ahí que, en los últimos años, se haya multiplicado el número de patologías. La familia, si la tienes, se convierte en sosiego, colchón, hombro y barrera ante muchas amenazas a la salud mental. Si a la falta de apoyo familiar le añadimos aspectos como la crisis económica y la pérdida de trabajo, la condena a la exclusión parece inevitable.
Podemos hablar de avances en el tratamiento médico y en los servicios sociales especializados, pero no podemos presumir del logro de la integración real en el caso de personas con problemas de salud mental. Con el vergonzoso pretexto de la crisis se recortan derechos y recursos que resultan esenciales. Y no se trata sólo de un tijeretazo económico sobre el papel. Lo más triste es contactar directamente con los afectados y sus familiares y comprobar cómo te cuentan que ellos siempre han estado en crisis y que ésta es una más.
En épocas de bonanza económica, cuando entraba el dinero a espuertas en la Administración, no se invirtió proporcionalmente en materia de integración de personas con discapacidad. La crisis ha podido hacer más fuertes a las familias, pero mucho más débiles a las instituciones. Las personas con problemas de salud mental se levantan a diario, pasean, comen e intentan trabajar teniendo sus rutinas cubiertas y su cabeza ocupada. Si el día a día puede ser duro para nosotros, lo es más para ellos, cuando la menor de las acciones cotidianas se vuelve todo un logro. Un cambio en sus rutinas puede ser algo lastimoso, ya que les puede desequilibrar, pero esto no quiere decir que no estén preparados para la vida laboral. Solo sucede que, la mayoría de las veces, la vida integradora no está preparada para ellos y sus familias.
No somos conscientes del gran patrimonio humano que estamos desaprovechando, no sabemos cuánta riqueza social se está perdiendo por el camino, pero lo que sí sabemos es que la sociedad inclusiva de la que tanto hablamos y tanto promulgamos no se cumple en los principios de autonomía e independencia.
Se han aprobado leyes, ordenanzas, decretos y órdenes pero la invisibilización de este colectivo y la doble carga que sufren y comparten las familias están ahí. Desde las instituciones les debemos dar más apoyo, sobre todo en épocas de crisis, porque son los que menos tienen pero los que más dan. Invito a todas las personas a que colaboren en una asociación, que abran las puertas de su vida a una familia o persona con problemas de salud mental. El resultado es tal que nos dará vergüenza no haberlo hecho antes.
Casi 13.000 alaveses necesitaron el pasado año ayuda de los psiquiatras y psicólogos de Osakidetza. De ellos, 3.270 acudían por primera vez a un despacho de estos especialistas. Un día u otro podremos ser cualquiera de nosotros. No demos la espalda a quien más nos necesita.
Nerea Melgosa
Concejala de EAJ-PNV en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz
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